lunes, 23 de enero de 2012

El beso.

Sus labios siempre fueron una tentación, eran sensuales, suaves. Prometían el mayor de los placeres, y el peor de los pecados. La noche apenas comenzaba y parecía extenderse hasta la eternidad. Las estrellas brillaban, eran testigos inconfundibles de los sucesos nocturnos pero, silenciosas, se cernían sobre sus cabezas a la espera de algo mágico, algo que solo ellas podían valorar. Las miradas de los caminantes los escrutaban con malicia pero, poco importaban cuando estaba él. El tiempo se paraba, el viento soplaba en su nuca, desnuda, y ella, le acariciaba con delicadeza el cuello. Solo era un beso, más bien, el beso. Era cálido, dulce, a lo mejor demasiado. Era perfecto. Duró unos segundos, pero no habría ninguno más como aquel. Sonará estúpido pero besos así, solo existen en las películas. O quizás no.

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