miércoles, 12 de diciembre de 2012

Solo sé que no sé nada

Creí que lo sabía todo, pero no sabía nada.
Me quedé callada, con miedo e inseguridad por lo que me rodeaba. Sentía que no formaba parte de aquel círculo vicioso que me envolvía, y marginaba a la vez. Era capaz de ver y oír lo que decían sin ser parte de ese mundo.
¿Cuál sería el mio?
No lo sabía, nunca lo había sabido. El caso es que ahora me importaba. Nunca supe por qué entonces, por qué ahora quería saber cuál era mi sitio en esa gran comunidad: la humanidad.
En cuál de las numerosas etiquetas con las que nombramos y agrupamos todas las existencias me encontraría yo. No me importaba en cuál me encasillaran, sino a cuál pertenecía. Por mí, no por los demás.
Y fue entonces cuando me vino el miedo, el miedo a no ser lo que yo pensaba, a no ser lo que yo quería para mí, el miedo a convertirme en lo que tanto había criticado, una persona vacía de criterio y de personalidad, que forma parte de una inmensa multitud de personas que no destacan por sí mismas, sino que se dejan arrastrar por las circunstancias, como veletas al viento.

En fin, solo sé que no sé nada.