sábado, 3 de diciembre de 2011

Fuga

Sus manos, tan gruesas y toscas como estilizadas, acariciaban mi pelo. Esa sensación de puro placer, de serenidad, de tranquilidad. Era un viaje muy largo, a un lugar desconocido, exótico. Tenía esa sensación de excitación, esas hormiguitas que parecen dar un largo paseo por tu estómago. "Todo va a salir bien" eso es lo que esperaba, pero los nervios eran delatores de la gravedad de la nueva aventura en la que ambos nos embarcábamos. Nadie iba a pararnos, ése era nuestro propósito. Queríamos encontrar la perfección, pero algo que a esas edades tan tempranas no se teme es que la perfección no existe. Nos encaminábamos a algo completamente ajeno a lo vivido. 
Tenía gracia, parecía como si nada fuera a salir mal entre los dos, nuestro amor, era más fuerte que ambos, más fuerte que todo lo que nos rodeaba y, como si de Romeo y Julieta se tratara, nos enzarzamos en el peligroso camino del amor, tan satisfactorio como traicionero.

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