jueves, 7 de junio de 2012

Enfermo, viejo y solo

Cuando miré hacia atrás, y pensé en esos años de gloria, de superación y de felicidad, no daba crédito a la situación en la que actualmente me encontraba. La encrucijada más difícil de mi vida, y cual filósofo que se cuestiona todo a su alrededor, comencé a pensar en los buenos y malos momentos por los que había pasado. Mi vida había cogido carrerilla hacía muchos años ya, aunque todo parecía haber sucedido ayer. Pensaba en esos momentos que había elegido el camino erróneo y aquellos en los que había acertado, siento estos últimos mucho menores. Pero ahora, ya maduro y con los pies en la tierra, no llegaba a entender cómo había llegado hasta ahí. Si repasaba los anteriores 10 años concluía en que no había avanzado nada, las miles de cosas que había querido hacer en la vida se habían quedado en ideas e intenciones, pero no habían llegado a buen puerto. No había logrado ninguno de los propósitos que una Noche Vieja de mi juventud pensé. Y ahora me veía solo, canoso, gordo y lleno de deudas. Las lágrimas o la frustración no lograrían nada, el daño estaba hecho. Mi vida tal como siempre quise que fuera, como un niño lleno de esperanza y júbilo al ver que le gustaba su carrera o sus estudios y que pensaba que iba bien encaminado, había dado un giro de 90º en un indeterminado momento. El alcohol, las drogas y el tabaco habían sustituido esas esperanzas por diversión, sexo y vicio. Ahora me encontraba frente al espejo, y ni me reconocía, como si los últimos años no hubiese sido yo el protagonista de mi historia.
Y aquí estoy: enfermo, viejo y solo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario